top of page
  • Writer's pictureMónica Bulnes

Incertidumbre

Me acuerdo cuando tenía 18 años y llegó por primera vez la bestia a mi vida. No tocó la puerta ni se limpió los zapatos en el tapete de la entrada. Se iba directo a mi cuarto, entraba al baño donde me arreglaba para ir a la escuela y me agarraba del pescuezo.


Entraba y salía como se le daba la gana.


A veces me veía de lejos y su mirada era suficiente para hacerme sentir el nudo en la boca del estómago. A veces me abrazaba y nos fusionábamos. Llegué a ser pura ansiedad. Hasta que un día mi mamá dijo “¡basta!”. Y me agendó una cita con el psicólogo.


Ahí en ese cuarto de paredes naranjas y sillón beige, con ese señor, mi primer terapeuta, aprendí cuál era la palabra mágica que le daba permiso de entrar a esa bestia a mi casa: la incertidumbre.


Me acuerdo haber sentido que se me levantaba un peso de los hombros al saber la causa. Ponerle nombre y apellido a las cosas ayuda.


Esa bestia se llama ansiedad y se alimentaba de mi incertidumbre. Estaba en tercero de prepa, no sabía si me iba a graduar porque estaba reprobando economía, cálculo y física, pero ya tenía la fiesta de graduación organizada por mi mamá y el vestido.

No sabía qué quería estudiar, ni a qué universidad ir, ni qué quería, ni quién era.

Solo el tiempo, y mi primera introducción a la introspección, iban a contestarlas.


Y así fue, pasé las materias, me gradué, tuve la fiesta, escogí una escuela y una carrera y se hizo pequeña la bestia.Siempre está ahí, pero he aprendido a controlarla, a hacerla pequeña y a meterla a un cajón.


La vida es hermosa porque justo cuando contestas todas tus preguntas y te sientes cómoda, surgen nuevas preguntas, quizás más difíciles de contestar, quizás sin respuesta o quizás dolorosas. Pero la incertidumbre es cabrona. Y regresa la bestia con sus zapatos sucios azotando puertas.

Aprender que es inevitable es una lección importante.


Una vez más, me encuentro acostada viendo el techo en la madrugada porque me despertó la bestia preguntándome “¿Dónde vas a vivir?”

Me lavo los dientes y se asoma a preguntarme “¿Qué vas a hacer con Camilo?” Interrumpe películas, series y canciones preguntando “¿Dónde vas a trabajar?” “¿Por qué no has mandado tu curriculum?” “¿Cómo le vas a hacer para independizarte?”.


La pregunta más difícil me la hace mientras me estoy tomando mi café en la mañana, mi ritual más importante. Acerco la taza a mi cara y me susurra “¿Qué quieres?”

Y a veces vuelvo a tener 18 años y me vuelve a agarrar el pescuezo y necesito que mi mamá venga a poner orden.


Pero pasa y regreso a mi cuerpo de 25 años. Este cuerpo que ha vivido y sentido de todo y que es audaz. No le tengo miedo al miedo y cuando llegue el momento de tomar decisiones, me voy a escuchar.


Por eso esta historia tiene un final feliz. Porque las preguntas sin contestar y los cambios son buenos. A veces necesitamos una sacudida, y aunque la incertidumbre le abra la puerta a la bestia, si hacemos la chamba, si pedimos ayuda, si aprendemos a respirar, la podemos domar.


O mínimo pedirle que se limpie los zapatos en el tapete de la entrada.




263 views0 comments

Recent Posts

See All

Comments


bottom of page