top of page
  • Writer's pictureMónica Bulnes

El Fin del Mundo, Ester Exposito y Yo




Últimamente pienso mucho en el fin del mundo. Nunca he sido fan de las películas que se tratan sobre eso. No se me antoja verlas. Estas historias épicas acerca de cómo sobreviven los más fuertes o los más astutos o que deciden que te salvas porque eres doctor o ingeniero, nada más me recuerdan que yo sería la primera en morirme. Me atraparían los zombies y se comerían mi cerebro o me caería en algún pozo negro. O si tuvieran que decidir si me salvan o nodependiendo de la utilidad de mi profesión, no sé como los convencería de que necesitan a una publicista. Entonces, yo sería ese personaje que se muere al principio de la película. ¿Correr por mi vida? No, gracias. Tengo la condición física de un sillón.


Estos últimos meses se han sentido como el fin del mundo, ¿no? Y a pesar de que no hay zombies, ni tsunamis, ni aliens y que probablemente en esta versión del fin del mundo no tenga que correr, sigo pensando que tampoco sobreviviría. ¿Por qué? Porque en vez de estar manteniéndome ocupada, aprendiendo algo o cuidando de mi salud física y mental, estoy invirtiendo mi tiempo y energía en…preocuparme por mi peso. Sí, me da pavor engordar. Se están muriendo personas por todo el mundo, la economía está detenida, andan regalando la gasolina y mi cerebro pendejo está inventareando lonjas y celulitis nuevas, y para acabarla de amolar, estoy lidiando con un acné espectacular.


Deja tu el coronavirus, la verdadera amenaza es engordar y ponerme fea.


Yo ya no era esta persona. Yo ya estaba bien encaminada a aceptar y amar mi cuerpo como es. Tengo años mejorando mi relación con la talla de mis jeans y recientemente con la comida y el ejercicio. Yo ya no lloraba porque me sentía gorda. Ahora lloro por eso y porque me siento pendeja por llorar por eso en primer lugar. ¡Tengo un podcast en el que hablamos del body positive, por el amor de Jesucristo Súper Estrella! Si no estoy haciendo ejercicio obsesivamente, contando las calorías que quemo, estoy tirada en mi cama haciendo nada más y nada menos que pensar que la razón por la que estoy soltera es porque los hombres odian mis muslos.


La solución de todo es bajar unos 5 kilitos. Chance y hasta la pandemia se solucionaría si tan solo bajara 5 kilitos. No, menos. Unos 20. Y todas las noches antes de acostarme pienso que al día siguiente voy a dejar de comer carbohidratos y hacer el doble de ejercicio. Y de la nada…llegó Ester Exposito a salvar el día.


“¿QUÉ?” se preguntarán. No, no es sarcasmo. Ester Exposito, con su abdomen plano y su estructura ósea esculpida por ZEUS, me sacó de ese hoyo. (Para los que no la conocen porque no bingearon Élite en Netflix, Ester es una actriz española divina que se echa un papelazo en esa serie). No les voy a mentir, cuando vi ese video de ella bailando que subió a su Instagram dije “¿Neta, Yisus? ¿Nos pusiste en la misma especie?” Lo vi mil veces. Veía su abdomen y luego veía el mío y luego el de ella y luego el mío y pensaba “Pa’ que nací,” y hacía una nota mental de agregarle media hora a mi rutina de spinning y de decirle a mi mamá que mejor no iba a hacer otro pan de elote.


Pero luego, pasó algo mágico. Me metí a Twitter y empecé a ver el bombardeo de hate hacía Ester. Y me encabroné. Entre más leía tweets de vatos diciendo cosas como que Anne Hathaway o Scarlett Johansson estaban mucho mejor o burlándose de ella por peinarse y maquillarse para subir un video en cuarentena, más y más escuchaba la voz de mi cerebro feminista que hasta ahorita, parecía que andaba comiendo camote. Es el 2020 y ya pasó de moda esto de ponernos a comparar la belleza de las mujeres, incluyendo la de las famosas. Ester es súper chida y es hermosa y también Anne es hermosa e increíble y Scarlett también y OKAY ESTÁ BIEN, TAMBIÉN YO.


Defendí tanto a Ester y me molestó tanto cómo hablaban de ella que ya no me pude hacer tonta. Me estaba contradiciendo. Me estaba hablando mucho peor a mí misma en mi cabeza que cualquier troll en Twitter. Si estoy hasta la madre de que nos comparen a las mujeres entonces, ¿por qué me sigo comparando yo con otras mujeres? Si me encabrona tanto que nuestro valor como mujeres dependa de nuestros cuerpos entonces ¿por qué siento que valgo menos que las morras que cumplen con los estándares de belleza? Y si estoy dispuesta a agarrarme a trancazos por defender a mis amigas, a Ester o a cualquier otra mujer ¿por qué no me defiendo a mí misma?


No me desperté al día siguiente con la vida resuelta. Sigo batallando con los cambios que está sufriendo mi cuerpo por la cuarentena. Sigo en la búsqueda eterna del balance. Sigo aprendiendo a escuchar a mi cuerpo cuando tiene hambre o cuando está satisfecho; a moverme o a descansar cuando lo necesita y más que nada a disfrutarlo. ¿Lo lograré? Eso espero. No tiene pinta de ser un proceso lineal. Es más como una montaña rusa con altos de “me duele la cara de estar tan pinche hermosa” y bajos de “soy un ogro me voy a morir sola” pero, ¿qué pasaría si nos tuviéramos más compasión?


No voy a juzgarme por sentirme mal conmigo misma en vez de invertir toda mi energía en aprender un idioma o entrenar para matar zombies. Pero tampoco quiero que me agarre el fin del mundo preocupada por cómo me veo o por engordar en vez de estar bailando reggaeton como la Ester. Si voy a ser la primera en morir, me voy a morir pasándola bomba. Para eso hay que controlar ese monólogo interior que de repente parece roast y hablarnos más bonito y tratar de disfrutar. Porque Ester Exposito es hermosa y valiosa por ser ella. Tú y yo también porque somos tú y yo.


Entonces gracias por bailar Ester y gracias a ti, por leer.


Lávate las manos, quédate en casa y háblate bonito, chingado.






185 views0 comments

Recent Posts

See All

コメント


bottom of page