top of page
  • Writer's pictureValeria De León

A veces me rompo

Una vez alguien me dijo… “tú depresión y ansiedad me van a terminar llevando entre las patas”.


Y eso me pegó. Ese comentario, me pegó. Y no en ese momento, en ese momento solo lo escuché. Y lo siguiente que escuché fue a Mónica llegando con una botella de vino lista para acompañarme en mi llanto. Hoy puede decir que lo escuché, lo repetí en mi cabeza un millón y medio de veces, lo digerí y lo dejé ir. Según yo lo dejé ir.

Vivo constantemente intentando que las personas a mi alrededor la pasen bien, disfruten, sonrían, no se estresen, intento que su vida sea un poquito mejor.

Muchas veces no lo logro.


Entonces “llevarme a alguien entre las patas” si suena como un mal escenario. Pase meses escuchando esa frase en mi cabeza y embotellando sentimientos hacia ella. Tratando de ignorar lo que escuchar eso realmente me había hecho sentir.


Después de eso hubo subidas y bajadas, pase por varias cosas, a veces estaba mejor y otras veces peor. No gracias a eso ni a partir de eso, pero choqué conmigo misma varias veces. Con mis pocas ganas de seguir, con mi poca comprensión a mí, con mi nada de paciencia hacia mis errores, con una tristeza que crecía y a ratos se escondía.


No quiero que crean que todo estuvo mal, reí mucho, disfruté a ratos, seguí diciendo pendejadas y contando chistes malos. Seguí siendo yo, pero a veces era otra yo, una yo que realmente no se sentía como se veía. Una yo que ya ni sabía que era lo que le daba risa; una que a veces solo existía y no entendía muy bien porque o para qué. Poquito a poquito me fui separando de mí hasta llegar un punto en donde ya no me conocía ni sabía qué hacer por ella.


Y en ese proceso. Efectivamente, me llevé a varios entre las patas.


Incluida a mí. Si me imagino lo que acabo de decir, básicamente me eché una maroma que seguramente terminaría en caída. Pero bueno, esa es mi imaginación distrayéndome de lo que estoy escribiendo. Continuemos.


Llegué a un punto en el que ya no sabía qué hacer, ya no sabía cómo funcionar, y tampoco sabía cómo estar. Mi “fuerza interior” o cómo sea que le dicen, ya no estaba siendo tan fuerte.


Y troné. Y en mi tronar, varios de mis pedacitos salieron volando. Y lastimaron.


Pero necesitaba tronar, necesitaba tronar para entender que sí podía. Que mis errores no son toda yo, que buscar solucionarlos y aprender de ellos sí son "yo". Necesitaba tronar para volver a armarme. Necesitaba recuperar mi pasión, mis ganas. Iba a decir que no sé ni cómo, pero poquito a poquito me fui armando. Pero, en realidad, si sé. Fui yo. Fui yo y mi decisión de buscar y rodearme de personas que no me ven cómo algo que los puede llevar entre las patas, que ven todos mis pedacitos y piensan en la increíble forma que pueden llegar a tomar y me ven armarlos con una sonrisa y que si vuelvo a tronar, van a estar ahí.


Perdón a quienes me llevé entre las patas, perdón a los que lastimé en mi proceso de estar mal y a quienes lastimé en mi proceso de estar bien.


Gracias a los que me vieron armarme. Gracias a esa empatía que existe aún en muchos. Gracias a los consejos que seguí y a los que no seguí también. Gracias por tenerme la paciencia que a veces no me puedo tener. Gracias a quienes se quedaron, a quienes llegaron y también a quienes se fueron. Gracias por el vino, las lagrimas, las risas. Gracias a mis amigas, amigos, papás y hermana. Gracias a mis mentores. Gracias.


Me gustaría decir que ahora estoy 100% bien. Pero no. Hay días difíciles, y a veces cuando lloro, puedo escuchar muy en el fondo esa frase y otras más que me he sabido inventar y que con el tiempo las llego a creer. Dudo sobre todo lo que puedo hacer y sobre todo lo bonito que hay.


Pero luego me acuerdo que ya una vez me arme.


57 views0 comments

Recent Posts

See All

Comments


bottom of page