top of page
  • Writer's pictureMónica Bulnes

5 Minutitos Más


Suena mi alarma y pienso “no”. La dejo sonar unos segundos mientras entro en el debate de las mañanas, posponer o no posponer. No posponer significa empezar el día ya. Levantarme. Bañarme. Hacer el café. Checar mi correo. Posponerla quizás signifique hacer todo eso a la carrera, estresarme un poco por no empezar inmediatamente a tacklear mi lista de pendientes. Llegar tarde. También significa dormir cinco minutitos más. Mientras le pico al botón de posponer pienso “¿Por qué son tan deliciosos son los cinco minutitos más?”


No cambian nada. ¿Realmente se descansa con esos minutos extras? En lo que me quedo dormida profundamente otra vez ya pasaron 2 o 3. Lo que no dormí la noche anterior no lo voy a recuperar en ese momento. El tiempo transcurre de una manera chistosa durante esos minutos. Deliciosamente lento y desesperantemente rápido al mismo tiempo. Los agradeces y a la vez no son suficientes.

Puedo sentir cómo mi cuerpo se relaja y siento el sueño detrás de mis párpados. Pienso en mi lista de pendientes y decido no preocuparme hasta que vuelva a sonar la alarma. ¿De qué sirve dormir un ratito más si voy a estar preocupada todo el tiempo?

La verdad es que últimamente siento que necesito esos cinco minutos extras más de lo normal. No es porque no este durmiendo bien sino porque no logro recuperar el acelere que traía antes de la pandemia. Ese que me traía saliendo tempranísimo en la mañana con el pelo mojado y mis tuppers en la bolsa. Estudiando y trabajando y jugando tenis. Saliendo dos noches seguidas. Cuando se detuvo el mundo por la pandemia, me detuve yo también.

Pasaron los meses, volvieron a abrir los bares y restaurantes y los niños están por volver a la escuela y yo no he podido regresar al paso que tenía antes. A cada rato me cacho a mi misma diciendo “dame un minuto y te lo mando” “dame un minuto y te regreso la llamada” o “dame un minuto y salgo para allá”. Necesito un minuto. O cinco. O diez. Y aunque el mundo no se detiene ni tantito y todo se siente urgente, permitirme este tiempo extra me ha ayudado a sobrevivir. A romantizar un poco mi vida. A disfrutar.

Entonces me tomo un minuto más para arreglarme y me tomo el tiempo necesario para escoger qué aretes ponerme. O me preparo unos chilaquiles y me pongo a freír las tortillas en vez de usar totopos. Me hago mi café y me regreso a tomármelo en la cama. Me siento en mi carro y espero a que se acabe la canción para bajarme. Dejo que el agua calientita corra en mi espalda un minutito más.

Las consecuencias ahí siguen. El mundo, la oficina, las responsabilidades y el tiempo hacen caso omiso de mis aretes y mis chilaquiles. Y muchas veces la levantada duele igual con o sin los cinco minutos. ¿Pero por qué son tan importantes?

Me volteo en la cama. Me tapo la cara con la colcha. Pienso que aunque no este profundamente dormida, a veces cerrar los ojos es suficiente. Como cuando el sol se siente rico en tu cara y cierras los ojos para sentirlo más. Una manera tan mundana de sentir placer. Por más que intento suprimir los recuerdos que están por desbordarse de mi subconsciente a mi consciente, es inútil.


Los cinco minutitos más son especialmente importantes en las despedidas. Por más inevitable que sea decir adiós, prefiero mil veces lidiar con las consecuencias de tomarme mi tiempo, nuestro tiempo, para despedirnos que vivir con el “me hizo falta tiempo contigo” atorado en la garganta.


Así fue como entendí el valor de este tiempo extra, con el sonido de una alarma ajena que no fue pospuesta. Le pedí que se quedará cinco minutos más y me dijo que no. Que iba a estar feo si nos despedíamos una noche antes o una noche después. La verdad es que dolió desde una noche antes y sigue doliendo muchas noches después. En los momentos en los que su ausencia me revuelca como una ola, cierro los ojos y anhelo esos cinco minutos mas que tanto me hicieron falta.

Son exquisitos porque son efímeros. Son necesarios porque son irrepetibles.

Vuelve a sonar la alarma. El cansancio ahí sigue y me siento igual de indispuesta a levantarme a comenzar mi día. Pero, abro un ojo, luego otro. Me destapo. Me estiro. Mi siento y pongo los pies en el piso. Se acabo el tiempo y está bien.











165 views0 comments

Recent Posts

See All

Comentarios


bottom of page